Acá se habla mi idioma: Se mira a la gente a los ojos, se regala siempre una sonrisa y los "¿cómo estás?" son sinceros y amorosos.
Acá logro conectar de una forma que en Buenos Aires jamás pude. Siento esta maravillosa provincia como mi hogar.
Las montañas son un lujo que me tomé. Dejar que acaricien mis ojos y me contagien su paz, es un un regalo que agradezco con brazos abiertos.
Gracias por darme tanto, Mendoza.
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